jueves, 3 de enero de 2013

3. Wittgenstein y lo místico

En México no han sido únicamente los interesados en la filosofía analítica quienes han estudiado el pensamiento de Ludwig Wittgenstein. También ha sido abordada la faceta mística del autor del Tractatus.
En su “Esbozo histórico de la filosofía en México”, el filósofo mexicano Gabriel Vargas Lozano se ocupa de una de las emigraciones más grandes del siglo pasado: el exilio español ante la derrota de la república a manos del franquismo. A nuestro país llegaron muchos filósofos, entre ellos José Gaos, José Manuel Gallegos Rocafull, Eugenio Imaz, Adolfo Sánchez Vázquez, María Zambrano, Wenceslao Roces y Ramón Xirau.
¿Qué sucedía en México política, artística y filosóficamente? Vargas Lozano cuenta: “Los filósofos españoles, al igual que los demás miembros del exilio llegan a México en un momento peculiar de la historia. Se trataba del período Cardenista, un año después de la expropiación petrolera, es decir, en medio de una de las grandes batallas de México por su soberanía e independencia y un año antes del término del sexenio. Momento brillante en el orden de la política pero también en el ámbito de la cultura integrada por el muralismo de Orozco, Rivera y Sequeiros; la música de Silvestre Revueltas y Carlos Chávez; el estridentismo como corriente estética; la poesía de ‘los contemporáneos’ y el debate sobre el arte comprometido. Una figura especial era Alfonso Reyes. También entra en acción la generación del 15; cercanos a ellos estaban también Narciso Bassols y Daniel Cosío Villegas que serán importantes fundadores de instituciones culturales. En el campo de la filosofía sobresalían figuras como Antonio Caso, José Vasconcelos, Samuel Ramos, Eduardo García Maynes y Francisco Larroyo, entre otros.”
Los filósofos exiliados crearon instituciones, realizaron traducciones, se dedicaron a la docencia e investigación, desarrollaron su propia obra, fundaron revistas...
Como mencionamos líneas atrás, entre los filósofos que llegaron a nuestro país estaba Ramón Xirau. Él llegó a principios de agosto de 1939, entonces tenía quince años. ¿Qué temas e ideas le interesaron analizar? Vargas Lozano escribe: “la pregunta metafísica por el sentido de la vida (que le lleva a inquirir más tarde por lo sagrado); la crisis de las civilizaciones (El desarrollo y la crisis en la filosofía occidental de 1975); la idea de que la filosofía es una búsqueda de la verdad y la verdad absoluta es siempre religiosa; sus trabajos sobre Teilhard de Chardin, Wittgenstein, SimonWeil y Martin Heidegger. El pensamiento de Xirau está sustentado en un humanismo que busca la conciliación entre Eros, Mythos y Logos.”
Algunas de sus obras son: “Sentido de presencia” (1953), “El péndulo y la espiral” (1959), “Palabra y silencio” (1964), “Mito y poesía” (1964), “Introducción a la historia de la filosofía” (1964), “Poesía y conocimiento” (1979) y “Cuatro filósofos y lo sagrado” (1986).
Ahora veamos su ensayo “Wittgenstein y lo místico: presencia del límite.”
Razón y fe. De las relaciones entre ellas es de lo que trata el ensayo de Xirau.
La fe por encima de la razón. La razón que acude al servicio de la fe. La imposibilidad de dar el salto mortal.
Escribe sobre el pensamiento de Kierkegaard, quien “usaba la razón para mostrar la incapacidad de esta misma razón y decía –cuestión de vida o muerte- que el verdadero hombre, el hombre religioso, era el que podía realizar el saltummortale, el salto de lo finito a lo infinito, cosa de fe, confianza, amor.”
Kierkegard era el pensador del siglo XIX a quien más admiraba Ludwig Wittgenstein, de hecho decía que había sido un santo. Frente al fideísmo (como el de Kierkegaard) “algunos pensaron que podía racionalizarse totalmente la fe (...) Dos extremos: afirmar únicamente la fe; afirmar únicamente la razón.”


Ser o no ser

M. O’C. Drury cuenta que Wittgenstein le dijo: “Kierkegaard fue sin duda el pensador más profundo del siglo XIX. Kierkegaard fue un santo.”
Drury le pidió a Wittgenstein que le hablara sobre Kierkegaard:“Habló entonces de las tres categorías de estilo de vida que juegan un papel muy importante en la obra de Kierkegaard: la estética, cuyo objetivo es obtener el máximo gozo posible en esta vida; la ética, en la cual la idea de deber exige la renunciación, y la religiosa, en la que esa misma renunciación se convierte en una fuente de gozo.”
Kierkegaard es fundador del existencialismo (o de los existencialismos). Al igual que otros filósofos, Kierkegaard fue un crítico de Georg Wilhelm Friederich Hegel. ¿Qué le critica Kierkegaard a Hegel? El método dialéctico.
El filósofo Ramón Xiarau, en su “Introducción a la historia de la filosofía”, afirma: “Desde el punto de vista formal, el método dialéctico consiste en afirmar, revolucionariamente, que la verdad no surge de la identidad sino de la oposición y aun de la contradicción. Si establecemos una tesis A, esta tesis, analizada a fondo, dará lugar a su antítesis no-A, la cual, analizada a fondo, volverá a remitirnos a A. En la filosofía clásica esta oposición de términos que nos remiten uno a otro era una simple y llana contradicción. Para Hegel, de la oposición de dos términos surgirá un tercer término (la síntesis), en la cual A y no-A vendrán a reunirse para adquirir sentido y para dar lugar a una nueva realidad o concepto.”
Para aclarar lo anterior, Xirau toma un ejemplo de la Lógica de Hegel. Tesis: Ser. Antítesis: no-ser. La tesis nos lleva a la antítesis y “Si ahora analizamos esta antítesis veremos como ella se niega a sí misma y nos remite nuevamente al ser, pues el no-ser es impensable a menos que lo pensemos como una suerte de cosa, o lo imaginemos como aquella imagen negra o aquel fondo de mar imposible, es decir, a menos que lo pensemos o lo imaginemos como alguna forma de ser.” Pero ¿y cuál es la síntesis? El devenir. Es en ese concepto donde “viene a juntarse el ser y el no-ser. El devenir es el concepto de aquello que transita, pasa y se altera y, por lo tanto, implica ser y no-ser.”
¿Por qué criticaba Kierkegaard el método dialéctico? Porque mediante éste, Hegel elimina las contradicciones, tal cosa resulta inadmisible para Kierkegaard. En la vida podemos elegir entre opuestos, y no es posible evitar los conflictos o los sufrimientos que puede provocarnos el hecho de tener que decidir o el hecho de hacer una mala elección. Debemos asumir las consecuencias de nuestros actos: o somos honestos o no lo somos, o somos leales con nuestros amigos o no lo somos, o hacemos trampa en un examen o contestamos lo que realmente sabemos, o hacemos el trabajo que se nos encomendó o nos vamos de parranda, o somos infieles con nuestra pareja o no lo somos, o decidimos unirnos en matrimonio o renunciamos a éste –tal y como lo hace Kierkegaard- para dedicarnos a nuestra obra... Para Kierkegaard, lo que Hegel hace es plantear que, en el fondo, no hay conflicto.
Escribe Xirau: “La verdad no está para Kierkegaard en salvar las contradicciones de la vida, sino en vivirlas. De ahí que, como él mismo escribía, el verdadero conflicto del hombre sea el de Hamlet: ser o no ser. (...) Hegel diría que lo ‘uno’ lleva a lo ‘otro’ para que ambos acaben por identificarse en el ‘uno que es lo otro’. Kierkegaard nos da a escoger ‘o lo uno o lo otro’ porque para él la vida es un acto de libertad constante, un acto de constante compromiso y decisión.”
Vemos que para Kierkegaard es errónea cualquier interpretación (no sólo la de Hegel) excesivamente sistematizada de la vida. Para este pensador es absurdo pretender haber obtenido una comprensión completa de la vida humana. Cito nuevamente a Xirau: “El ser es el hombre individual, vivo y concreto. El sistema de los filósofos no toca la verdad de la vida. A la teoría abstracta opone Kierkegaard la experiencia concreta, a las elucubraciones del pensamiento puro y distraído de la vida, la existencia.”
La vida está llena de contradicciones, la vida es contradictoria. Kierkegaard trata de encontrar elsentido de las contradicciones. Es imposible encontrar el verdadero sentido de la vida sin vivir la contradicción.
La desesperación es lo que nos hace avanzar, lo que nos libera, lo que nos aclara el sentido de la vida. Kierkegaard habla del hombre estético, el hombre ético y el hombre religioso. Y Kierkegaard no los describe porque creaque existan estos tres tipos de hombres, lo sabe, lo sabe porque él fue un hombre estético, viviócomo tal durante sus estudios universitarios; la desesperación lo convierte en hombre ético, y la misma desesperación lo convierte en un hombre religioso (en un santo, decía Wittgenstein). Entonces, podemos afirmar que Kierkegaard es subjetivo hacia los demás, es decir, usa sus experiencias personales para comprender a sus semejantes, a los otros hombres. Así, la vida y la obra filosófica de Kierkegaard están unidas, en palabras de Xirau: “La mejor biografía espiritual de Kierkegaard debe encontrarse en su obra misma. Sus libros lo expresan en su vivir y en su desvivirse como pocas veces acontece en la historia del pensamiento.”
Escribía más arriba que la desesperación puede transformar al hombre estético. Xirau al respecto escribe: “La moral resulta un paliativo para la desesperación. La vida ética, que muchas veces Kierkegaard simboliza en el matrimonio, es una vida ordenada que sigue reglas universales y necesarias.” Para el hombre ético la ley es más importante que el amor, la moral está por encima de la religión.
Angustia y miedo son distintos. Se tiene miedo a algo determinado. ¿Ante qué nos angustiamos? La libertad nos angustia. La angustia nos revela nuestra finitud, nuestra mortalidad; también hace que nos percatemos de nuestro “deseo infinito de infinita presencia.” Así, la angustia termina revelándonos a Dios.
Pero como nuestra razón es limitada y finita, y Dios es ilimitado e infinito, no podemos llegar a Él mediante la razón o la inteligencia. La razón no nos permite entender a Dios. La razón no nos permite dar el salto mortal que nos lleva a aquello que no tiene limites. No es posible, mediante la razón, demostrar la existencia de Dios. Dios “sólo puede existir en la fe.” Así, Kierkegaard se muestra fideísta (sólo mediante la fe podemos tener conocimiento de Dios y de sus atributos).


¿Un hombre religioso?

Xirau considera que el Tractatus ha sido repetidamente malinterpretado, “y esto es especialmente cierto cuando vemos que los filósofos anglosajones –y ahora sus discípulos españoles, mexicanos, argentinos- se preocupan más por los problemas lógicos y epistemológicos que planteaba (o resolvía) el Tractatus que por lo que ocupaba y preocupaba vitalmente a Wittgenstein.”Xirau explica lo que realmente le importaba a Wittgestein: el mundo de lo místico, el mundo de lo indecible. ¿Y de dónde le venía este interés? Seguramente “de una experiencia de los límites, del límite.”
Xirau se refiere entonces a lo que se dice y puede decirse, y a lo que se muestra: lo místico. “Lo místico es lo que está en el límite o más allá del límite.”
Xirau menciona algunos datos sobre Wittgenstein: que participa como voluntario en la Primera Guerra Mundial, que renuncia a su fortuna, que se hace maestro de escuela primaria en pueblos pobres, que busca el aislamiento en su cabaña, que diseña la casa de su hermana, etc. Y menciona esto porque quiere hacer énfasis en su carácter. A Wittgenstein toda la vida le persiguieron los demonios: “Y estos demonios fueron reales. Psicológicamente, este hombre angustiado estaba destinado a acercarse y apartarse al mismo tiempo de la religión y de su propio misticismo.”
Vimos ya que el filósofo-místico llegó a autoinculparse de forma desmedida, hablaba y escribía de su bajeza y corrupción. Afirmaba que su vida estaba “llena de los pensamientos y actos más feos y mezquinos”, también expresaba sus deseos de cambiar: “Mi vida ha sido hasta ahora una gran cochinada, pero ¿deberá continuar siéndolo por siempre?”. Necesitaba aclararse como hombre, también anotó: “Me están devorando unas circunstancias repugnantes. Toda la vida exterior, con toda su vulgaridad, se abalanza sobre mí. E interiormente estoy lleno de odio y no consigo dejar que penetre en mí el espíritu. Dios es el amor. Soy como un hornillo consumido, lleno de escorias y suciedad”.
Xirau considera que lo que atormentaba a Wittgenstein eran las cosas que no pueden decirse sino sólo mostrarse.
A continuación escribe sobre las lecturas no filosóficas de Wittgenstein: la Biblia, pensadores semirreligiosos, místicos...
Pero ¿qué importancia puede tener todo esto?, ¿son extrafilosóficos datos como el carácter y las lecturas de Wittgenstein? Xirau da una respuesta negativa: “No lo son. Y si no lo son es porque un filósofo no es –no debe ser- un ente abstracto, sino una persona viva que integra en sí, y por lo tanto en su filosofía, cuanto lee, siente, vive. La biografía es parte del pensamiento, sobre todo cuando trata de cuestiones fundamentales, es decir, de cuestiones indecibles.”
Wittgenstein considera que quienes hablaban de lo místico no hacían sino decir tonterías. J. Ayer mantenía lo anterior, y se equivocaba. Xirau explica: “Demasiado influido estaba Ayer por el positivismo lógico para poder entender a Wittgenstein.”
Pero ¿qué es aquello de lo que no es posible hablar pero sí mostrar? “La ética no puede expresarse porque es trascendental y, por lo tanto, está más allá de los límites del lenguaje.” Lo mismo sucede con la estética. Continúa Xirau haciendo referencia a algunas de las cuestiones de las que escribió Wittgenstein: la felicidad, el mundo de los felices, el mundo de los infelices, las amenidades de este mundo, la voluntad...
¿Es o no Wittgenstein un hombre de fe? El mismo Wittgenstein afirmaba que no era religioso pero que no podía sino ver el mundo con ojos religiosos. Xirau no cree que Wittgenstein tuviera fe, pero sí que hubiera en él una posibilidad de fe.
El filósofo-místico escribió acerca de lo que significa creer en Dios (ver que con los hechos del mundo no basta, ver que la vida tiene un sentido, entender la cuestión acerca del sentido de la vida). Pero ¿en qué sentido usa Wittgenstein la palabra Dios?
Sobre esto, Xirau anota: “En algunos casos Dios es visto como el ser del cual dependemos y, así, la palabra Dios es sinónima de la palabra Destino; en otros caso la divinidad se escinde y adquiere un doble significado más allá de los límites: el mundo, considerado en su totalidad limitada, y el Yo dependiente (un yo que no es personal, sino trascendental). Estos varios y diversos sentidos de la palabra Dios no dejan de ser ambiguos.”
Breve paréntesis al texto de Xirau.
Sobre la forma en que entendía o concebía Wittgenstein a Dios, Malcolm recuerda: “Wittgenstein me dijo una vez que él pensaba que podía comprender la concepción de Dios en tanto estaba envuelta en la conciencia del propio pecado y culpa. Añadió que no podía comprender la concepción de Dios como creador. Yo creo que las ideas de juicio divino, perdón y redención eran en cierto modo inteligibles para él, puesto que iban unidas en su mente a sentimientos de disgusto consigo mismo, a un fuerte anhelo de pureza y a un gran sentido de la impotencia del hombre para mejorarse.”
Por su parte, Isidoro Reguera afirma que en los diarios que escribió Wittgenstein durante la guerra, las notas sobre Dios son escasas cuando no se siente amenazado, pero “Ante una situación horrorosa, típica del frente de batalla, las oraciones son diarias: que Dios le asista, proteja, ayude a vivir, esté con él, le dé fortaleza, le haga pasar el cáliz, se haga su voluntad, gracias y alabanzas le sean dadas, etc. Frente a depresión interior y desmoronamiento psíquico: le dé energía, fuerzas, fortaleza interior, ánimo alegre, lo salve y le regale la paz. Respecto al trabajo intelectual: le dé razón y fuerza, lo ilumine, etc. Y, sobre todo, frente a sus miserias morales: que Dios lo redima, lo mejore, lo ayude, lo convierta en un ser humano, entrega su alma a Dios.”
Continuemos con Xirau.
Después de analizar el concepto de Dios en Wittgenstein, Xirau anota: “en Wittgenstein existe una posibilidad de religión. Como Kiekegaard, Wittgenstein quiso realizar un saltummortale; no parece que lo haya conseguido como lo consiguió –a través de amor y fe, a través de obra de amor- Sören Kierkegaard.”
¿Por qué Wittgenstein no dio ese salto mortal?
Desde mi punto de vista, para darlo (o no) es necesario poder plantearse dicha posibilidad, y una condición para poder plantearse la posibilidad es que el enigma exista, y Wittgenstein en su Tractatus nos dice que “No hay enigma.”
Continúa diciendo que “Para una respuesta que no se puede expresar, la pregunta tampoco puede expresarse” y que “Si se puede plantear una cuestión, también se puede responder.”
Dar el salto mortal es ofrecer una respuesta. Pero para Wittgenstein esa pregunta no puede siquiera plantearse.

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